Es muy probable que, de no haber existido El Bulli. El sabor del
Mediterráneo nunca hubiéramos abordado el Catálogo General. En efecto, a
la hora de empezar esta última obra, nos vino en mente que al escribir
aquel libro, una década antes, nuestra intención era no limitarnos tan
sólo a incluir unas recetas, sino esbozar ya un cierto análisis de
nuestra cocina. Si observamos los libros publicados hasta el momento de
la publicación de El Bulli. El sabor del Mediterráneo (que estuvo en las
librerías en invierno de 1993), comprobaremos que había muchos libros
de cocineros que sólo incluían recetas, o bien otros en los que se
explicaban concepciones personales sobre la cocina en general, pero que
eran bien pocos los que se centraban en el análisis de estilos, de
métodos de crear, etc. Este libro representó, pues, una voluntad de
codificar nuestra cocina desde el punto de vista teórico, una actitud
que prosiguió en los libros siguientes.
En el invierno de
1993-1994 comenzamos a organizar unos cursos gastronómicos en el Bulli,
que duraban tres días, orientados a profesionales. Estas jornadas se
fueron celebrando hasta 1999. En primera instancia fueron una de las
soluciones pensadas para ocupar los seis meses de cierre, pero hoy vemos
que fueron muy importantes para nuestra evolución ya que, por ejemplo,
nunca hasta 1994 habíamos comido en el restaurante, lo cual nos dio una
perspectiva completamente nueva que nos sirvió para reflexionar acerca
del menú y su evolución. Esta información fue cada vez más variada y
rica, ya que, si en un principio acudían sobre todo otros cocineros, con
los años los asistentes también fueron muchas veces amantes de la
gastronomía. Al tener que celebrar cursos también debíamos planear
clases teóricas y prácticas. No cabe duda de que el hecho de organizar
estas exposiciones exigía un esfuerzo al que no estábamos acostumbrados y
que sirvieron para comenzar a analizar por primera vez nuestra cocina.
La
idea que propició el nacimiento del Bullí catering fue la de trasladar
la oferta del restaurante a públicos más amplios, obviamente adaptándola
a las exigencias de los eventos característicos de este tipo de
servicio. Se trató de una iniciativa importante, puesto que el Bullí fue
uno de los primeros restaurantes de nivel que se adentraba en el mundo
del catering, un hecho que no estaba muy bien visto en aquel momento. La
sede del Bullí catering se estableció en las instalaciones de cocina
del Acuario de Barcelona, bajo la dirección de Eduard Roigé. En seguida
comenzamos a seleccionar qué tipo de snacks, tapas y platos eran los más
adecuados para servicios amplios. De este modo, muchas de las recetas
que se habían podido probar en el Bullí podían ser susceptibles de
producirse a mayor escala. Desde entonces el Bullí catering ha ido
evolucionando y hoy puede decirse que cuenta con una personalidad
propia.
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